Por Cristina Gómez Comini, especial para Córdoba Danza
"Crecer en la danza es aprender a conocerse a sí mismo, disfrutar de los logros producto de la disciplina psico-física pero también saber aceptar los propios límites. No hay que olvidar que se llega a la danza por placer y que un bailarín profesional no puede perder el placer de bailar." .
Acerca de cierto cisne
Por Cristina Gómez Comini
La película “Cisne Negro” recientemente estrenada, puede tomarse como una alegoría del tortuoso crecimiento de un artista que explora su lado oscuro. Es una metáfora que nos enfrenta a problemáticas relacionadas con la identidad, con la dualidad que cohabita en cada ser humano, es decir con el aspecto más sublime y el más monstruoso de cada individuo. El mundo del ballet y su elevado nivel de autoexigencia se convierte para el director, Darren Aronofsky, en el ámbito ideal para desarrollar un drama psicológico de desdoblamiento.
La convulsionada historia de Nina (Natalie Portman) sigue un curso paralelo a la del mítico ballet “El lago de los cisnes” donde una misma intérprete da vida al “cisne blanco”, símbolo de amor, luz y pureza, y a su extremo opuesto el “cisne negro”: siniestro, manipulador y sensual.
La protagonista, una bailarina joven pero lo suficientemente madura en la faz técnica como para aspirar al rol que la consagrará, se sumerge en las profundidades tenebrosas de su otro yo. Su excelencia técnica se contrapone a una tremenda inmadurez y fragilidad psicológica, probablemente por haber crecido bajo una férrea disciplina como único horizonte y la sobreprotección de una madre, bailarina frustrada, que desea realizarse a través de su hija. En definitiva se muestra a una joven reprimida, que no ha vivido las etapas y experiencias normales propias de cada edad y lo ha sacrificado todo en pos de un ideal asociado a lo etéreo, a lo no carnal, a lo asexuado, es decir a lo antinatural y consecuentemente encuentra serias dificultades a la hora de asumir en forma creíble el rol del cisne negro. El coreógrafo Leroy (Vincent Cassel) le exige un nivel interpretativo que ella no puede lograr. Nina cae entonces, abruptamente, en experiencias extremas de la mano de Lily (Mila Kunis), su principal competidora para el rol. La mente y el cuerpo de Nina son, además, víctimas de la anorexia y la autoagresión que ella arrastra desde hace tiempo, enfermedades que recrudecen frente al stres de defender su lugar en la obra.
La película acompaña sus momentos de mayor tensión con el leit motiv de la obra de Chaikovski, notas grandilocuentes y trágicas que adquieren un tinte verdaderamente angustiante en el contexto de esta historia.
El mundo del ballet aparece aquí como un ámbito monstruoso y opresivo que se cobra víctimas, un mundo que no admite la fragilidad más que en apariencia.
Reflexión desde la práctica de la profesión.
Si bien es cierto que en los altos niveles de la danza (y de toda carrera de gran exigencia) está latente la posibilidad de caer en desequilibrios de índole diversa, no es habitual que ello suceda. Crecer en la danza es aprender a conocerse a sí mismo, disfrutar de los logros producto de la disciplina psico-física pero también saber aceptar los propios límites. No hay que olvidar que se llega a la danza por placer y que un bailarín profesional no puede perder el placer de bailar. El film soslaya este aspecto fundamental que también hace a la grandeza de un artista.